Una novela rosa by Fernando Villegas

Una novela rosa by Fernando Villegas

autor:Fernando Villegas [Villegas, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: S2
ISBN: 9789562624114
editor: Sudamericana
publicado: 2014-03-14T05:00:00+00:00


NUEVO ENCARGO

1

Los días que siguieron al lanzamiento de La fuerza de la carne los experimenté como si sufriera un fuerte resfrío. Primero me sentí envuelto en un aturdido distanciamiento de todo y luego enclaustrado en un malestar y disgusto general por emprender nada que no fuera dormir. Al menos así los rememoro sabiendo que todo recuerdo no es una reproducción intacta de lo que fue, sino un artificio confeccionado a partir de los intereses del presente. «Me parece recordar» sería, pues, la manera honesta de decirlo. Me parece recordar que no quise saber de nada. No quise pensar más en Ovalle, corté toda reflexión sobre la injusticia que se me había hecho y no dediqué ni un solo minuto a planear el nuevo libro. Ovalle, mientras tanto, no dejaba de presionarme. Lo hizo cambiando en 180 grados la actitud distante que manifestó la noche del lanzamiento. Ya al día siguiente me llamó con un tono de la más extrema amabilidad y hasta dando muestras de afecto. «Querido Ismael —me dijo— qué alegrón que hayas ido. Me hubiese decepcionado si no». Casi solté la risa al oír tal cosa. Habría sido una risa amarga. ¿Acaso el bastardo no se esmeró durante todo el acto en eludirme? Se había comportado como un gorrión incapaz de agradecer la miga que le arrojamos y que, ya con el bocado en el pico y sin despegarnos sus ojillos duros, vigilantes y astutos, se cuida con nerviosos brincos de alejarse más y más de nosotros. Eso es lo que Ovalle había hecho toda la noche. No bien yo, su benefactor, me acercaba, Ovalle revoloteaba ágilmente a otra parte. Pero no reí y Ovalle continuó en el mismo tono y derivando poco a poco a lo que le interesaba. Lo vi venir con anticipación. «Lo cierto, Ismael, es que si bien es lícito celebrar lo estupendo que ha resultado hasta ahora todo, ya deberíamos meterle el diente a la próxima novela… Como te dije, la editorial espera al menos un borrador, algo que justifique el nuevo contrato porque, ya sabes, ellos deben responderle a la casa matriz».

Guardé un premeditado y casi regocijado silencio; tenía derecho a someter al anciano a alguna clase de venganza, hacerlo pagar por su conducta inexcusable y por la gloria que inmerecidamente comenzaba a ornar sus sienes.

—Bueno Ismael, no quiero ser majadero, pero debo insistir en el punto y me gustaría saber cuánto has avanzado…

Tentado estuve de decirle que nada, así, abruptamente, pero me contuve. No era bueno irritar más de la cuenta a Ovalle, a quien yo necesitaba tanto como él a mí. Por lo demás era verdad que no tenía nada, pero no me iba a disculpar por eso. No me arrodillaría frente a él. De ninguna manera asumiría estar en falta. No obstante decidí que mi silencio ya era suficiente. Le arrojé un hueso.

—Al tenor de sus notas, don Ernesto —dije conteniendo la risa ante mi propia y chistosa calificación de «notas» para esas tres líneas de garabatos que me



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